En un lejano país una princesa llamada Amair vivía en un castillo que era muy lindo. Pero a ella no le gustaba vivir allí.
Un día se escapó y sus padres estaban muy preocupados porque no la encontraban. Amair estaba perdida en un bosque muy lejano. Tenía mucho miedo y frío.
Un príncipe apareció con su caballo blanco. Amair lo vio y se enamoró. El príncipe la llevó a su castillo y le dio agua, comida y también un lugar para dormir. A la mañana siguiente la princesa despertó y tomó un tecito con el príncipe. Luego Amair se fue a bañar. Y el príncipe salió a recorrer su castillo.
Una bruja mala apareció de repente, entró y se la llevó, dejando una carta al príncipe que decía así:
- Tengo a la princesa, si la quiere viva deme el espejo mágico.
Desesperado, al príncipe se le ocurrió una idea. Fue al castillo de la bruja intentando rescatar a la princesa pero no podía porque estaba la bruja. Esperó que la bruja se vaya a dormir. El príncipe entró, desató a la princesa y se escaparon.
A la mañana siguiente la bruja se despertó y no encontró a la princesa, la buscó por todos los rincones. Entonces la bruja no se quedó tranquila y salió a buscarlos con sus perros.
La bruja encontró un zapato de la princesa y se lo llevó. Así la encontraría más rápido, pensó la bruja.
Los perros buscaron y encontraron una cabaña, allí estaban los dos durmiendo; la bruja entró, se llevó el espejo mágico a su castillo y pidió un deseo. El espejo mágico tenía tres deseos, la bruja usó uno que fue hacer desaparecer al príncipe y convertirlo en sapo. Pero no funcionó porque no era ese el espejo mágico. Entonces el príncipe capturó a la bruja y la encerró en un calabozo y nunca más volvió a salir.
El príncipe se casó con la princesa y vivieron felices por siempre.
Natalia Díaz.
7º grado.
Sala 4.
Hospital Centenario.
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